lunes, 2 de abril de 2012

Arqueoastronomia: calendarios en el Paleolítico


La  astronomía en el Paleolítico
            
En el registro arqueológico del Paleolítico superior se documentan objetos muebles con diversas representaciones que han sido interpretadas como la prueba arqueológica de los primeros calendarios utilizados por la humanidad. La creación de estos primeros recuentos de los días y las noches se basó en la observación sistemática del cielo y del comportamiento tanto del sol como de la luna. Los movimientos de ambos determinan la duración de los días y de las noches, los cambios de las estaciones, los solsticios y los equinoccios. Pero estas piezas arqueológicas no sólo demuestran los importantes conocimientos de astronomía desde momentos muy antiguos, también son pruebas del desarrollo y el uso habitual de las notaciones numéricas y el inicio del pensamiento matemático, desvirtuando esa imagen popular del ser humano del Paleolítico como hombres y mujeres salvajes.
            
Las pruebas más antiguas se documentan hace 30.000 años, es posible que el pensamiento astronómico y numérico estuviese también presente incluso entre los neandertales. Para analizar estos objetos y probar su interpretación como calendarios y notaciones numéricas los investigadores se basan en rigurosos análisis de las marcas, concluyendo que estas unidades gráficas pueden ser aisladas por grupos en función de sus características técnicas, ya sea por la dirección y profundidad del trazo o por el análisis microscópico de las huellas que deja el instrumento al realizarlas, a partir de ellas se puede determinar el útil empleado. Las marcas en estos objetos fueron realizadas de forma secuencial, es decir, en los diferentes momentos en que el objeto fue reutilizado. Estos hechos son pruebas palpables de las actividades de cálculo y observación de fenómenos astronómicos se realizaban ya en épocas remotas.
           
Primeros calendarios de la Prehistoria
            
Mal´ta (Irkutsk, Siberia) es un yacimiento siberiano sito en las cercanías del lago Baikal, en el cual se ha documentado una importante colección de representaciones paleolíticas muebles (18.000-15.000 B.P.). Además, el registro arqueológico ha aportado una placa de marfil que el arqueólogo soviético Boris Frolov interpretó como un calendario lunar. Se trata de una placa rectangular en marfil de mamut en la que mediante la incisión de orificios se ha dibujado una espiral central con siete espiras crecientes. El conjunto se cierra con dos grupos de espirales menores en los laterales de la placa. En la espiral central se observan 243 orificios, mientras la suma del resto de las espirales denota otros 122 orificios. Un fácil cálculo de los orificios totales nos da la suma de 365, exactamente la duración de un año. Por otro lado en la zona siberiana de Mal´ta la duración del invierno se prolonga justamente durante 243 días, por 122 del verano. Un aspecto importante a considerar y que refuerza la consistencia de la interpretación calendárica de la placa de Mal´ta es el ciclo de gestación del reno, básico en la dieta de la zona por su importante aportación calórica que ayuda a combatir las bajas temperaturas, siendo 243 días.  
            
En la antigua Checoslovaquia se localiza el excepcional yacimiento de Dolni-Vêstonice (Brno), famoso por el grupo de Venus documentadas en sus estratos. Con una cronología de 28.000 B.P. se documentaron dos fragmentos de una misma piedra que se puede asimilar a un calendario lunar. En ellas se aprecian una serie de incisiones que representarían cada uno de los días que componen el mes lunar. Las incisiones de la piedra representan a la luna tanto en el ciclo creciente como decreciente. Muy significativo para la interpretación de la piedra como calendario lunar es el hecho de que la marca que hace el número 30 tiene la mitad de longitud que el resto, remarcando así su importancia: el fin de ciclo.
            
En Hungría, en el yacimiento de Bodrogkeresztur se produjo el hallazgo de un artefacto arqueológico de piedra caliza cuyos excavadores proponen la interpretación como un calendario lunar. La datación por el contexto arqueológico en que se documentó va más allá de 20.000 años (solutrense). El objeto presenta una forma redonda con muescas en los bordes, el lado que no presenta marcas es achatado. En la parte superior tiene grabadas dos líneas verticales, flanqueadas en la izquierda por doce marcas y en la derecha por otras once. El conjunto se cierra en la parte inferior con un trazo horizontal grabado. La línea vertical de la izquierda junto con las otras doce muescas hay que interpretarlas como los primeros trece días del ciclo lunar, el cuarto creciente, los días 14, 15, 16 estarían representados por la línea inferior horizontal, las once muescas de la derecha representarían la parte final de ciclo, el cuarto menguante. Finalmente la línea vertical de la derecha representaría el último día del mes.
            

En la Dordoña francesa, en el abrigo Blanchard, se encontró un omóplato con 69 marcas de tendencia circular que según el antropólogo norteamericano A. Marschack hay que interpretarlas como las diferentes fases lunares. Estaríamos ante la representación de dos meses lunares y un medio. De hecho, las marcas parecen ser dibujos en miniatura de la luna, algunas grabadas de forma totalmente redonda, y que representarían la luna llena, las restantes no acaban de tomar forma totalmente redondeada, por lo que cabe una clara interpretación de cuartos crecientes y decrecientes, los cuartos están dibujados hacia la derecha o hacia la izquierda. La representación da comienzo por el centro de la superficie de la placa, siguiendo una línea serpenteante con marcas acumulativas y secuenciales que los primeros astrónomos de la humanidad asimilarían a la continuidad de los cambios lunares observada en el cielo. Los niveles arqueológicos en que se recuperó este calendario lunar se corresponden con el auriñaciense, en los inicios del Paleolítico superior, por lo que la datación de la placa se remonta a 30.000 años.
           
El cielo y la tierra
            
Poco después del inicio del Paleolítico superior, en torno al 30.000 B.P., se produce un recrudecimiento del clima, bajando las temperaturas mínimas que provocan un retroceso en la expansión de los bosques, los cuales sólo se mantienen en pequeños reductos en el sur del continente europeo: Francia y en la Península Ibérica, así como Italia. La expansión de la masa glaciar alcanza su extensión máxima hace unos 18.000 años, lo que provoca una importante regresión del nivel de las aguas marinas. A partir de ese momento el clima va recuperándose hasta alcanzar valores similares a los actuales en el inicio del Holoceno (10.000 B.P).
            
En unas condiciones medioambientales como éstas desde los inicios  del Paleolítico superior el conocimiento de los recursos de la naturaleza y de los ciclos de la misma por parte del Homo sapiens era cuestión fundamental para su subsistencia, ya que esta dependía de la caza de los animales salvajes y de la recolección de frutos silvestres, claramente marcados por los ritmos anuales. Y para medir el paso del tiempo el mejor recurso con el que contaba el hombre del Paleolítico era conocer los movimientos del sol y los ciclos de la luna. La paciente observación de las diferentes fases del crecimiento lunar permitió al hombre paleolítico la acumulación de un conocimiento colectivo que le capacitó para predecir las épocas de maduración de los frutos y las épocas de nacimiento de las crías. En definitiva, el control del paso del tiempo significó planificar así sus migraciones siguiendo las grandes manadas de animales en sus desplazamientos estacionales, el aprovechamiento de los frutos de la naturaleza en su época de maduración y planificar la conservación de recursos alimenticios para las épocas de carestía. Por ejemplo, las notaciones calendáricas permite conocer de forma precisa en que época del año los salmones vuelven para remontar las aguas de los ríos y desovar.
           
Arqueoastronomía
           
La arqueoastronomía es la disciplina que estudia el conocimiento de los astros y el cielo, así como las creencias y las prácticas relacionadas con esto y su influencia en la vida cotidiana del pasado a través de los restos arqueológicos. Este estudio nació al calor de la disputa científica que se produjo en los años 70 del siglo XX sobre si los restos arqueológicos de los grandes monumentos de la prehistoria reciente en Gran Bretaña como es el caso de Stonehege estaban alineados de forma consciente en relación al sol, la luna y las estrellas.

Diario Alerta

2 comentarios:

  1. que te parece esto?
    http://www.youtube.com/watch?v=l238drygzno&context=C49f647fADvjVQa1PpcFNZ4barYBupIRGw4s2YhQWMaIevu0FEmNg=

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  2. disculpa que no te haya contestado antes.
    En el vídeo no se ve mucho y además no conozco la zona ni el yacimiento (si lo es). Por la zona de Teruel hay pinturas levantinas, quizás este relacionado con ellas, si no son falsas. Poco más te puedo decir con lo que se ve.
    Intuyo que el vídeo plantea una supuesta relación entre una cueva, unas pinturas y el equinoccio. Es posible, algunos yacimientos de la prehistoria reciente tienen cierta relación con la salida y la puesta de sol y los cambios de estación pero un en caso concreto, con un vídeo que apenas se ve yo no te aseguro nada. De todas formas mira este documental que tengo en el blog que habla sobre el tema: http://lacienciadivulgativa.blogspot.com.es/2012/02/documental-la-astronomia-en-la.html

    un saludo

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